Los atrapasueños son instrumentos de poder de la medicina
chamánica, cuyo origen se remonta a las tribus indias americanas. Su aro,
fabricado tradicionalmente por madera de sauce, representa la rueda de la vida,
la malla o la red son los sueños, anhelos e ilusiones que tejemos en el Tiempo
de los sueños, en el alma y en el movimiento que generamos con nuestras
actividades cotidianas. En el centro de
la red está el vacío, el espíritu creador, el “Gran Misterio”.
Según la tradición, los atrapasueños ayudan a mantener con
nosotros las buenas ideas y los sueños agradables, así como a proteger a quien
lo posee. El Tiempo de los sueños es influenciado por buenas y malas energías;
estas últimas son atrapadas por la malla y se disipan por el agujero central
con los primeros rayos de sol.
Deja que la telaraña atrape tus buenos recuerdos y los malos pasen por el agujero del centro y se desvanezcan.
El significado de la palabra atrapasueños
La palabra “atrapasueños”, proviene del inglés dreamcatcher,
de ahí la traducción en español. No obstante, en la lengua de los ojibwa, de
los cuales es propio este amuleto, se llama asabikeshiinh, que significa araña;
aunque también se le conoce por el nombre de bawaajige nagwaagan o cepo de los
sueños.
Estos objetos comenzaron a ser comercializados por los
ojibwa en la década de los 60, siendo criticados por las demás tribus por
profanar de alguna manera su maravilloso significado. Esto tiene su sentido,
pues actualmente se fabrican y se venden sin atender al mágico y místico
proceso de energización, perdiendo así su esencia y convirtiéndose en un mero
adorno.
Debido a esto, la creencia en los atrapasueños se ha
extendido enormemente durante los últimos años. Sin embargo, la mayoría de
nosotros no conoce la preciosa leyenda que nos ofrecen. Veamos en qué consiste.
La leyenda de los atrapasueños
Cuenta la leyenda que había una mujer araña llamada
Asibikaashi que cuidaba a la gente de la tierra. La mujer araña, velaba por
toda criatura de nuestro mundo, inclinándose sobre las cunas y las camas de los
niños mientras tejía una fina, delicada y fuerte telaraña que era capaz de
atrapar todo mal entre sus hilos y hacerlo desvanecer al alba.
Cuando su pueblo se dispersó por América del Norte, le
comenzó a resultar muy complicado cuidar a todos los niños, por lo que las
madres y abuelas tuvieron que comenzar a tejer redes con propiedades mágicas
que atrapan los malos sueños y las pesadillas, protegiendo así a sus niños.
Tradicionalmente, los Ojibwa construían los atrapasueños atando hebras de sauce alrededor de una argolla circular de unos 9 centímetros o con forma de lágrima, resultando una red similar a una telaraña, hecha a su vez con fibra de ortiga teñida de color rojo.
La antigua leyenda de los indios ojibwa sobre los
atrapasueños habla de que los sueños pasan por la red filtrando y deslizando
los buenos sueños a través de suaves plumas hasta que llegan a nosotros. Los
malos sueños, sin embargo, son atrapados en el tejido y mueren con el primer
haz de luz del día.
Sin embargo, para el pueblo lakota de la tribu sioux del
Norte de América, los atrapasueños funcionan de forma diferente. Es decir, las
pesadillas pasan por la red mientras que los sueños quedan atrapados en los
hilos y se deslizan por las plumas hasta la persona que está durmiendo.
Lo malo se bloquea y se destruye, lo bueno se queda con
nosotros
Hay personas que otorgan a esto un significado diferente,
entendiendo la palabra sueños como aspiraciones, deseos o anhelos. Por lo
tanto, los atrapasueños servirían para conseguir todo aquello que nos
proponemos y anhelamos.
Lo cierto es que no podemos asegurar que los atrapasueños
alejen o no los malos sueños, las malas energías o las malas vibraciones pero,
sin embargo, resulta pacificador estar en contacto con la cultura de los pueblos originarios, por el misticismo que se desprende.
Esta cultura nos ha colmado y nos colmará siempre de saber y
de tradiciones milenarias que debemos luchar por mantener cerca de la manera
más fiel posible, pues de algún modo les debemos gran parte de nuestra
sabiduría.
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